«Ni me llamo Will ni me apellido Caulfield, soy Holden Hunting». Así fue como conocí a mi álter ego. Esa fue su carta de presentación. Sugerente, curiosa y, cuanto menos, desconcertante.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres? — pregunté sin saber muy bien a quién.
—Un whisky escocés con soda, por favor.
El whisky escocés son soda. Eso fue lo primero que supe de él. Le gusta el whisky y no uno barato. Debe de ser un sibarita, pensé. Insistí de nuevo por conocer su identidad.
— Soy un álter ego; tu álter ego.
Seguía desconcertado. Sibarita o no, había descubierto otra cosa, tiene cierta elegancia y sabe hacer uso y derroche de ella. Debió de notar mi perplejidad, por lo que continuó con su monólogo:
— Nazco de la combinación de dos rebeldes. Tus dos personajes favoritos de la ficción. Holden Caulfield y Will Hunting, dos piezas que no encajan en el mundo en el que viven. Dos adolescentes enfrentados contra la sociedad que buscan su camino.
— Y ¿por qué ahora? ¿por qué ellos dos? ¿por qué tengo un álter ego? — Todo eran preguntas automáticas. No entendía nada.
— Ah, no sé, eso… dímelo tú. — De nuevo, una evasiva elegante.
Sigo sin las respuestas que andaba buscando. Me limito a conocer a Holden y a aprender a convivir con él cada día. De momento, a parte de su elegancia y sus caprichos sibaritas, sé poco de él. Hay una cosa segura: nos caemos bien. Cuidamos el uno del otro.
Holden Hunting será el espacio personal donde mi álter ego dará rienda suelta a su imaginación, sus pensamientos, su inspiración y a su libertad de ser.